Club Español
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Los tesoros culturales del Club Español
El asombro y el goce estético comienzan apenas uno se detiene y visualiza la fachada del imponente edificio del Club Español, la asociación civil de españoles fundada en 1852 y situada en un lugar central de la Ciudad de Buenos Aires: la avenida 9 de julio, considerada la “más ancha del mundo”. Es una joya de la arquitectura de esta ciudad y, de hecho, ha sido incluido en el circuito artístico de Buenos Aires. El edificio posee cuatro plantas y es la sede de la sociedad de emigrantes españoles más antigua que existe a nivel global. Y en la memoria del Club se guardan preciados recuerdos como los de las visitas de Federico García Lorca, el rey Juan Carlos y la reina Sofía, la Infanta Isabel de Borbón, Albert Einstein, Jorge Luis Borges, José Ortega y Gasset, entre muchos otros.
Se trata de un verdadero palacio que brilla por su cúpula visible desde gran parte de la ciudad y por una serie de espacios y obras originales de principios del siglo XX: balcones, marouflages, cerámicas y bronces, junto a una reproducción en escala de la Alhambra original de Granada, una biblioteca y una pinacoteca que contiene obras de arte que representan momentos fundamentales de la historia española. Aquí se hacen fiestas de todo tipo en cada uno de sus salones, se come y se bebe maravillosamente bien en su restaurante, se asiste a exposiciones, debates, conferencias, disertaciones, es un gran centro cultural que difunde todas las variantes y expresiones de la cultura española, fundamental en la conformación de la identidad y la idiosincrasia argentina.
Su edificio detiene la marcha de cuanto caminante asome por las veredas de la calle Bernardo de Irigoyen, que forma parte de la 9 de julio (la avenida que contiene dos calles laterales, dos vías centrales para buses y ocho más para autos que suman 140 metros de ancho). En primavera el dorado de sus marcos y ventanas juega con el colorido natural de las Tipas, los Palos borracho y los Jacarandás, este último un árbol distintivo de la ciudad. Desde las alturas de los edificios vecinos su esplendor visual genera admiración.
En el ingreso al Club impacta la escalera de honor fabricada con mármol de Carrara, transportado desde el norte de Italia y el norte de España. El balaustre, desde arriba a abajo fue cincelado y montado en el edificio mismo en el momento de su construcción. Destacan diversos arcos de estilo mudéjar recubiertos con mosaicos venecianos.
En las cuatro plantas del Club se distribuyen cinco salones, decorados con estucos, mármoles, bronces y enormes arañas. En el primer piso se encuentra una gran sala de estilo imperial y en el último la pinacoteca y la biblioteca, esta con más de 20.000 volúmenes y actualmente en proceso de restauración.
Quien conduce los rumbos del Club Español es José Benito López Carballedo, su actual presidente. Esta es, brevemente, su presentación: Carballedo es gallego, nació en la provincia de Lugo, del Alto Prieto de Castroverde, en la parroquia de Montecubeiro. “Emigré a la Argentina en el año 1952, tenía 17 años. Desde que llegué al país me vinculé al Club, ahora ya con una responsabilidad como director, pero siempre estuve involucrado no solamente con el Club Español sino también con toda la colectividad española, con la mayor parte de los centros -sobre todo con centros gallegos-, con el Deportivo Español. También fui presidente del Hospital Español en dos mandatos”. Carballedo relata que estos últimos años han sido de lucha permanente por mantenerse y proyectarse al futuro, algo que, contra viento y marea, lo están logrando: “Cuando llegamos al club, teníamos una situación bastante crítica: 52 juicios y pedidos de quiebra. Luchando, fuimos levantándolo y lo pusimos al día, fue una tarea dura porque durante dos años hubo que hacer frente a la situación que generó la pandemia. Los ingresos fueron igual a cero y los gastos siguieron siendo los rutinarios”.
Un papel clave en la historia argentina
“Esta es la institución -en tanto Asociación Civil de españoles- más antigua del mundo, es de 1852, tenemos ese orgullo, esa satisfacción de ser la más antigua”, sostiene Juan Carlos Sánchez, director general del Club. A continuación nos explica que de esta institución nació la mayoría de las organizaciones españolas en la Argentina y que el Club fue una casa madre, “el alma mater de todas las instituciones españolas. Aquí también se esbozaron los proyectos del Hospital Español de Buenos Aires, la Asociación Española de Socorros Mutuos, en fin, toda una serie de instituciones, que cuando no fueron creadas directamente aquí fueron posibilitadas por eventos que se realizaron en el Club”.
Una presencia pionera en Buenos Aires
Son muchos los protagonistas en la larga historia de esta institución hasta convertirse en Club. Hay que viajar en el tiempo y transportarse al país que estaba por nacer en el siglo XIX. En el año 1852, con el nombre de la Sala Española de Comercio, surgió la primera asociación que representaba a la muy importante colectividad española que ya se había consolidado en el Virreinato del Río de la Plata. Hubo muchas idas y vueltas hasta que se afirmó la institución, la Sala se disolvió en 1857, pero sus asociados continuaron reuniéndose en otro lugar conocido como Casino Español, abierto el 8 de septiembre de 1866. Se ubicaba en el cruce de las calles Victoria (actual Hipólito Yrigoyen) y Perú, y luego fue denominado de forma definitiva, en 1872, como “Club Español”. El 26 de enero de 1907 obtuvo la personería jurídica de parte del Poder Ejecutivo Nacional.
Fue pensado y diseñado por el arquitecto Enrique Folkers, nacido en Groningen (Holanda), en 1873. Folkers llegó a la Argentina en 1907 y ese mismo año ganó la licitación internacional convocada para hacer este edificio, que, según los especialistas, puede inscribirse en la categoría de Art Noveau, aunque el resultado final tenga sumados rasgos del modernismo catalán con toques de corrientes austríacas y alemanas. La construcción se hizo en apenas 28 meses y la dirigió el ingeniero Ernesto Gramondo. En su fachada se reflejan las características del concepto arquitectónico de entonces que era el eclecticismo, donde el ornamento expresa una nueva intencionalidad formal y se incorpora a la estructura propia del modernismo. También aparece un referente neomudéjar en los arcos de herradura que coronan los ventanales de la planta principal, y de toda la fachada.
Ese tránsito de un siglo a otro fue una época de auge arquitectónico, protagonizado en gran medida por ingenieros y arquitectos europeos que influyeron en la fisonomía de la ciudad y que, muy especialmente, le dieron una identidad a la Avenida de Mayo, donde claramente se lee la presencia estilística española. El Club se encuentra a menos de 200 metros de dicha avenida.
El edificio posee dos ascensores de época en perfecto estado. Según las crónicas, el 27 de mayo de 1910, durante el acto en homenaje al Centenario de la Revolución de Mayo que organizó el club en su sede de las Artes y Piedad, asistió la infanta Doña Isabel de Borbón, “la chata”, quien obsequió los tres ascensores, dos de los cuales se mantienen funcionando. El tercero se donó al Poder Ejecutivo Nacional y hoy se utiliza en la Casa Rosada para acceder al despacho del presidente de la Nación. Fue la primera vez que un miembro de la familia real española asistió a un acto celebrado por una institución social.
Todas las bellas artes
El Club Español es el sitio más español que en estas calles podamos ver y, sin embargo, es una parte auténtica sin duda alguna de la cartografía de la ciudad más importante de la Argentina. De entre sus salones se distingue muy especialmente el Salón Alhambra, que reproduce sectores de la famosa construcción que se encuentra en Andalucía. Aquí brilla la obra del artista español Francisco Villar y su esposa, la francesa Léonie Mathis, joven artista de la Academia de Bellas Artes de París. El “Salón de la Alhambra” es una notable expresión del arte mozárabe, emplazado en el subsuelo. En el interior del palacete, se pueden contemplar en sus paredes bellísimas pinturas que asemejan los jardines y exteriores de la Alhambra de Granada. El salón posee 18 marouflages, esa antigua técnica de pegar lienzos contra la pared. Obras originales de Matthis.
Pero, ¿cómo surgió la idea de hacer una Alhambra pequeña en un edificio de Buenos Aires?, Juan Carlos Sánchez nos lo explica: “El pintor y escultor español Francisco Villar y Prieto integraba la Subcomisión de Arte y Cultura del Club. Cuando se estaba construyendo el edificio sostuvo que había que dejar aquí una marca de lo que fue el dominio de más de cuatro siglos del arte mozárabe en España”. Entonces el escultor fue enviado a España y visitó la Feria de Sevilla y allí, en una exposición de arte, conoció a Léonie Matthis. Era una artista francesa que con quince años de edad ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París, donde estudió diez años. Francisco y Léonie se casaron y se instalaron en Buenos Aires. En 1936, con motivo del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires, Léonie Matthis produjo la primera serie de trece grandes cuadros titulada “Historia de la Patria a través de la Plaza de Mayo”.
Ambos viajaron de nuevo a Granada, visitaron la Alhambra y regresaron a Buenos Aires para proponer la realización de la obra que inicialmente se llamó “Sala de Embajadores de la Alhambra de Granada”. Villar Prieto se encargó de la realización de este salón del que tanto se comenta cuando se habla del Club Español. El salón cuenta con 220 metros cuadrados y allí caben 200 personas.
Pero también hay otros salones además del Alhambra. Algunos son más grandes, otros más reducidos, cada uno pensado para la celebración de distintos festejos y con diferentes cantidades de invitados. En el primer piso se aprecia la elegancia del Salón Imperial, que recrea los estilos Regencia y Rococó: “El ornamento de estuco sube por los muros y las pilastras, en tanto que mundos alegóricos cubren las superficies de paredes y techos a través de los marouflages del pintor español Julio Borrell y Plá”, explica un texto propio del Club. La capacidad del salón es de unos 350 invitados bajo sus arañas estilo imperio, de bronce y cristal de roca checoslovaco.
En el segundo piso se encuentran la “Sala Roja” y el “Salón Mayor”. El Salón Mayor es, precisamente, el más grande del Club. Posee una capacidad de 500 personas en una superficie de 340 metros cuadrados. Allí se destaca su yesería con molduras doradas. Antes de ingresar, los invitados pasan por una recepción en la Sala Roja separada por una mampara de roble canadiense con vidrios espejados. Al abrirse se conectan y complementan ambos espacios.
Los salones “La amistad” y “España”, en el tercer nivel, atesoran una valiosa colección de pintura española del siglo XIX. En “La amistad” de destacan las arañas y los apliques de bronce con pantallas de opalina. Las paredes están revestidas en cedro. El salón “España” suele ser utilizado para las reuniones de la Honorable Comisión Directiva del Club Español.
En estos salones se realizan todo tipo de fiestas, pero siempre hay lugares en la agenda para el momento de las tradiciones, como por ejemplo, las que mantienen viva la Asociación Cultural Amigos de la Zarzuela, cuyos espectáculos cuentan con el apoyo de la embajada española.
En mayo de 2022, luego de la pandemia, reabrió sus puertas el Restaurante Español, en la planta baja del Club. Allí la carta de este espacio propone deleitarse con entradas calientes y frías donde sobresalen los fiambres, los mariscos y las salsas de tomate frías, el popular gazpacho español. Hoy se siguen disfrutando platos clásicos y exquisitos como tortillas, rabas, la cazuela de mariscos, pulpo a la española, boquerones, ostras, chipirones y sardinas. Además del cochinillo (para cinco personas), también se puede disfrutar de platos como ciervo, liebre y hasta algunos autóctonos como la llama y el ñandú. En las pastas, los puntos más fuertes son las salsas con azafrán español, las que traen frutos del mar y tomates. También hay distintas carnes como pato a la naranja o conejo a la cazadora. Los pescados son otro clásico de la cocina española, con el abadejo y el lenguado como insignias. Incluso hay opciones más exóticas como el atún rojo o la merluza negra. Se acompañan con ensaladas y guarniciones hechas con papa. Un lugar aparte merecen “los arroces”: cazuelas, paellas, mariscadas y el popular fideuá (la paella valenciana). Entre los postres, hay clásicos de siempre como el panqueque de manzana al rhum flambeado en la mesa, el sambayón tibio al Oporto, la crema catalana, el arroz con leche y las peras al Malbec.
Ilustres presencias
Durante los siglos XIX y XX, tras la creación del Estado argentino moderno, se produjo un considerable flujo migratorio de españoles hacia Argentina. Se estima que entre 1857 y 1955 fueron más de dos millones los que emigraron. La mayoría procedentes de Galicia, País Vasco, Asturias, Cantabria, Cataluña y Andalucía. Ese gran colectivo se afincó en todo el país, pero muy especialmente en la Ciudad de Buenos Aires dándole elementos fundamentales para su conformación social, cultural y cosmopolita.
El Club atraviesa de un modo u otro el largo y prolífico lapso unido por tres siglos. En todo este tiempo hubo decenas de grandes figuras de todo el mundo que caminaron por estos pisos de refinadas maderas, muchos de ellos habrán bailado en sus pistas.
Los Reyes de España Juan Carlos I y Sofía, Felipe González y José María Aznar visitaron las instalaciones del Club el 16 de abril de 1985.
Juan Carlos Sánchez rememora que en aquella visita de los reyes en 1985 “tuvimos muchas dificultades con el control de la cantidad de gente que acudió a recibirles, dado el gran interés suscitado. Fue la única institución de la colectividad española en la Argentina que visitaban en ese momento, las demás eran visitas oficiales”.
También es muy citada la presencia de Federico García Lorca, que vivió seis meses en Buenos Aires entre octubre de 1933 y marzo de 1934. Fueron días muy agitados e intensos en la vida del poeta que se reunió con amigos, literatos y artistas, dio conferencias, fue al teatro Avenida al reestreno de Bodas de sangre, compartió con el poeta chileno Pablo Neruda el agasajo organizado por el PEN Club, participó de tertulias en el Café Tortoni, el Bar Iberia y el Café los 36 billares. Todos lugares icónicos de la ciudad que no dormía.
El 8 de octubre de 1980, deslumbró con una muy interesante disertación Jorge Luis Borges. Fue con un Salón Imperial desbordado de público. De igual modo fue antológica la visita de Albert Einstein al Club cuando, en 1925, invitado por la Universidad de Buenos Aires, pronunció una serie de conferencias sobre la Teoría de la Relatividad. Al físico se sumaron el filósofo José Ortega y Gasset, los escritores Edmundo D’Amicis, Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibañez, Enrique Larreta. También dos glorias del teatro español como María Guerrero, Rafael Calvo, la actriz argentina Imperio Argentina. O el compositor Joaquín Rodrigo, el tenor Julián Gayarre, la soprano lírica ligera Regina Pacini (esposa del presidente argentino Marcelo T. de Alvear) y la cantante Lolita Torres. Otras visitas memorables fueron las del físico Blas Cabrera, el historiador y director de la biblioteca nacional, Paul Groussac, el filólogo Ramón Menéndez Pidal, el multifacético Joaquín V. González.
El listado es infinito, hubo otras celebridades desfilando por estos salones como María Barrientos, Federico Constantino, Julián Aguirre, Alejandro Lerroux, Blas Cabrera, Pi y Suñer, Adolfo Posada, Rafael Altamira, F. Moreno Torroba, Jacinto Benavente, Pío del Río Ortega, Álvarez de Sotomayor, Novoa Santos, Gordon Ordax.
Algunos de esos invitados de lujo firmaron en el Libro de Oro de la institución. Allí se leen las firmas y dedicatorias de los reyes Juan Carlos y Sofía, la marquesa de Villaverde, el mismo Borges, Laura García Lorca, sobrina del gran poeta, o el cantante colombiano Juanes. Tres grandes personajes del cine español como Marisa Paredes, Carmen Maura y Antonio Banderas estamparon su firma en este valioso Libro. Entre históricos dirigentes políticos se encuentran las dedicatorias dejadas por el presidente argentino Raúl Alfonsín; Manuel Fraga Iribarne, el “padre” del Partido Popular; José María Aznar, presidente del gobierno español entre 1996 y 2004.
El 9 de diciembre de 2004 la Honorable Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por resolución 566/2004 declaró al Club Español como sitio de interés cultural para la ciudad en mérito a su valor histórico, simbólico, arquitectónico y urbanístico.
Partir y volver
Mientras tanto, desde las alturas de la terraza del edificio se proyecta una imponente cúpula, de un color entre dorado y cobrizo, donde se luce un “Genio alado”, obra del escultor Torcuato Tasso y Nadal, artista nacido en Barcelona en 1852 y que murió en Buenos Aires en 1935. Su imagen al amanecer y al atardecer con la ciudad de fondo le da un mayor esplendor y protagonismo al Club.
El Club es un punto de llegada y de partida, tanto para vivir esta ciudad luminosa como para disfrutar de la gran experiencia que significa caminar sobre los pisos del Club Español. Esas sensaciones atraviesan a viajeros y a quienes habitan Buenos Aires.
También así lo habrá vivido el gran poeta de Granada. Cuando García Lorca llegó a Buenos Aires, el 13 de octubre de 1933, ya era una celebridad. Viajó invitado por la Sociedad Amigos del Arte para participar en diversos coloquios. Jamás imaginó que los encantos porteños lo retendrían seis meses: "Buenos Aires tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido. Yo sé que existe una nostalgia de la Argentina, de la cual no me veré libre y de la cual no quiero librarme", se despidió. Regresó a España en 1934, hacia el final del mes de marzo. "Me voy con tanta tristeza que tengo ganas de volver", dijo melancólico.