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Buenos Aires, una de las ciudades más turísticas del continente americano, también conocida como “la París de Sudamérica”, es una ciudad de múltiples tendencias y estilos arquitectónicos, desde el neogótico, neoclásico, ecléctico hasta el art decó y art nouveau, una ciudad de contrastes. Fuente inagotable de inspiración para todos los amantes del diseño y la arquitectura, además de edificios antiguos o históricos, también posee una considerable muestra de arquitectura moderna y contemporánea. Caminar por sus calles te permite conocer su historia, y lo mejor es que la mayoría de sitios de interés arquitectónico se pueden recorrer a pié.

Desde los rascacielos en Puerto Madero, hasta el estilo parisino de los antiguos edificios de Recoleta, esta ciudad no deja de sorprender. Son parte del carácter de una metrópoli que combina historia y modernidad.

Argentina es un país de inmigrantes. En torno a 1880 se comenzó a recibir a unas 100.000 personas al año, principalmente españoles, italianos del sur, polacos, rusos, irlandeses y franceses. Y dejaron marcada su impronta tanto en las costumbres como en la cultura y la arquitectura de Buenos Aires. La influencia de las corrientes arquitectónicas europeas en la configuración territorial y el urbanismo de la ciudad es una de las claves que distinguen a sus edificaciones de otras capitales de América Latina. Ya en su emblemática Avenida Corrientes, y por señalar solo un par de ejemplos, la instalación del Mercado de Abasto se remonta a finales de 1880. Dada la necesidad de abastecimiento de la ciudad, la municipalidad otorgó la concesión para el establecimiento y explotación de un mercado para la venta al por mayor de las frutas y verduras. Su propuesta estructural se ejecutó con gran calidad constructiva y de diseño, con un resultado formal muy avanzado para la época. O el Teatro Metropolitan, de estilo art decó e inaugurado hacia 1937, construido en un terreno desocupado gracias al ensanche de la Avenida Corrientes realizado en esas fechas.

Pero si una obra arquitectónica llama la atención de manera especial a cualquier visitante, esta se encuentra a muy poca distancia.

El Obelisco de Buenos Aires, construido en 1936 y considerado el ícono de la capital argentina, con sus 67,5 metros de altura, a lo largo de ese año fue el tema de discusión en la calle, en los medios periodísticos, en los ambientes políticos, y cobró un protagonismo inusitado por los resortes que movilizó y las polémicas que desató. El intendente Mariano de Vedia y Mitre, nombrado en la presidencia de Agustín Pedro Justo, firmó un decreto que generaría enconadas polémicas, para la “ejecución de una obra de carácter extraordinario, que señale al pueblo de la República la verdadera importancia de aquella efeméride. “Que no existe en la ciudad ningún monumento que simbolice el homenaje de la Capital de la Nación entera”.

 

Los motivos para visitar la arquitectura de Buenos Aires son diversos: la ciudad es el resultado de una compleja interacción de factores culturales que han ido sucediendo a partir de las múltiples tendencias y estilos. Su interés queda en evidencia sencillamente mientras uno recorre la ciudad a pié. Y tanto sus calles como sus heterogéneos edificios definen a sus habitantes, su paisaje humano, a través de la identidad consecuente de su historia.

La capital de las cúpulas

Basta con alzar la vista para descubrir otro cielo, salpicado de esplendorosas cúpulas, majestuosas y distinguidas en las alturas de la ciudad. De diversos estilos, hace más de un siglo que se recortan en el horizonte porteño. Hay más de 400 y en general están emplazadas en las esquinas. El período de mayor auge de su construcción se extendió entre 1880 y 1930 y la mayoría se encuentra en Avenida de Mayo, el Centro, Congreso y Tribunales. Tal vez una de las cúpulas que más llama la atención es la del Congreso de la Nación. A 85 metros del nivel de la calle, está revestida en cobre y trabajada en mármol con rosetones. Enorme, tiene forma de piña y es de color verde esmeralda. Son testimonio vivo del patrimonio histórico capitalino.

Fueron símbolos de status de la burguesía y aristocracia que miraban a la Belle Époque parisina y hoy son tesoros arquitectónicos. Un antecedente fue el edificio de la nueva Aduana, también conocida como “Aduana de Taylor” debido al arquitecto que la creó (Edward Taylor). Se terminó en 1857 y ya señalaba la fuerte presencia del Estado en el espacio público ya que por su notable altura era lo primero que divisaban los barcos que se aproximaban al puerto de Buenos Aires.

En aquellos tiempos también se inaugura la Avenida de Mayo (1894) que se irá rodeando de cúpulas y construcciones que emulan el estilo parisino urbano, con ese toque porteño que irá convirtiendo a Buenos Aires en la París de Sudamérica. Desde comienzos del siglo XX proliferarán construcciones gigantescas con notables cúpulas y comenzarán a mezclarse estilos arquitectónicos como el Neoclasicismo, el Academicismo Francés y el Art Nouveau.

Un homenaje a Gaudí en pleno centro porteño

A una cuadra del Congreso, entre Rivadavia y Ayacucho, una bellísima cúpula con aires catalanes rinde homenaje a Gaudí y exhibe una frase en catalán: “No hi ha somnis impossibles” (No hay sueños imposibles). Representa una suerte de viaje instantáneo a Barcelona. Esa frase en catalán, el lema de aquella nación europea, se lee en lo alto de una construcción que remata en una cúpula vidriada. Esta cúpula se inauguró en 1907. El tiempo hizo estragos y corrió riesgo de ser demolida pero, por fortuna, en 1999 una empresa la rescató, la restauró y hoy es un edificio utilizado para oficinas y viviendas. Un dato curioso es que la frase fue agregada por el arquitecto Fernando Lorenzo, encargado de la restauración, en homenaje al autor original de este notable homenaje al Art Nouveau catalán emplazado en pleno centro porteño.

Galerías Pacífico

 

Ubicado en la manzana que forman las calles Viamonte, Florida, San Martín y Avenida Córdoba. Su construcción estuvo a cargo de los arquitectos Emilio Agrelo y Raúl Le Levacher en 1889, para ser sede de las tiendas Au bon Marché. Por esa época, estaban de moda ese tipo de locales, grandes almacenes como Harrod´s  y Gath & Chaves. Fue construido originalmente para ser la sede de unas tiendas extranjeras, con el paso del tiempo se convirtió en uno de los shoppings más exclusivos de la ciudad de Buenos Aires. Su cúpula interior es el detalle que más destaca por ser una obra colectiva de distintos pintores. 

Los murales se realizaron a mediados de la década de 1940 y ocupan una superficie de 450 metros cuadrados. La magnífica cúpula está decorada con murales realizados por destacados pintores argentinos, como Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Demetrio Urruchúa y Juan Carlos Castagnino. En conjunto, la obra se considera una de las máximas expresiones del muralismo argentino.

Palacio Barolo

Inaugurado en 1923, este edificio de 22 pisos nació como un proyecto de Luis Barolo, un productor agropecuario italiano que contrató al arquitecto Mario Palanti con el propósito de construir un santuario inspirado en la Divina Comedia de Dante Alighieri. El Barolo se inscribe dentro de corrientes como el art nouveau o el art decó, pero se trata en realidad de una pieza única en su tipo. La construcción para su época fue una gran innovación por el uso artístico del hormigón armado dentro de un peculiar estilo ecléctico (llamado por muchos "romántico"), con reminiscencias del gótico y especialmente del arte islámico de la India. Más allá de todas las sutilezas inspiradas en la Divina Comedia, esta obra icónica de la arquitectura de Buenos Aires cuenta con otra particularidad: posee un edificio gemelo en Montevideo, el Palacio Salvo, también construido por Mario Palanti.

La Casa Rosada

La Casa Rosada es la sede del Poder Ejecutivo de la República Argentina, y está ubicada en el centro histórico de la ciudad. Su color característico es rosado y es considerado uno de los edificios más emblemáticos de Buenos Aires. Bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, el edificio se pintó de rosa, color que conserva hasta hoy con algunas variaciones de tonalidad a través del tiempo, desde el rosado pálido hasta una cercana al anaranjado. Según la tradición, dicho color se debe al deseo de Sarmiento de representar simbólicamente la fusión de los partidos que protagonizaron las cruentas guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX, con la mezcla del blanco supuestamente usado por los unitarios y el rojo de los federales.

Teatro Colón

Monumento Histórico Nacional, construido entre 1888 y 1908, es considerado el mejor teatro lírico del mundo, comparable a otras salas como la Scala de Milán, el Metropolitan Opera House de Nueva York y la Ópera Estatal de Viena. Con una superficie total de 58.000 m², este edificio de estilo ecléctico y romántico es sin duda uno de los grandes hitos de la arquitectura de Buenos Aires. A casi un siglo de su apertura, entre 2001 y 2010, el teatro fue sometido a un proceso de restauración y modernización tecnológica que lo devolvió a su estado de esplendor sin alterar la acústica de la sala ni la arquitectura original. El Teatro Colón inició sus actividades en 1857 en un edificio ubicado en la Plaza de Mayo, donde funcionó hasta 1888. El teatro se mudó entonces al edificio actual ubicado frente a la Plaza Vaticano, que tardó 20 años en ser construido hasta su inauguración en 1908. Hasta 1925 fue gestionado por empresas privadas que adquirían la concesión a la Municipalidad de Buenos Aires. En ese período se destacó la actuación de Arturo Toscanini, quien dirigió la orquesta del teatro durante 1912. En 1936 Igor Stravinsky interpretó en el Teatro Colón Perséphone, primera vez que la obra era dirigida por él mismo y traducida al español. La traducción la hizo Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo fue la narradora. Esas actuaciones convertirían a Stravinsky en un músico de culto en Argentina.

 

Palacio de Aguas Corrientes

En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires comenzó a crecer rápidamente, recibiendo sucesivas oleadas migratorias y consolidándose como puerto. El progresivo aumento de la población trajo con él los problemas del hacinamiento y la falta de preparación de los servicios públicos para abastecer a una cantidad cada vez mayor de personas. Ante los signos alarmantes del deficiente sistema de agua potable, las autoridades del recién unificado país tomaron la decisión de proveer a la capital de una red de agua corriente de avanzada, aprovechando una época de abundancia económica y de prosperidad. Siguiendo los planes del ingeniero civil inglés John Bateman de 1886, el gobierno nacional decidió que el depósito de aguas se instalaría en la zona norte de la ciudad, y se proveería a la misma de caños subterráneos, con la voluntad de que el edificio del depósito fuera un edificio fastuoso. Es uno de los más exuberantes de la capital, y una muestra de la arquitectura ecléctica que encantaba a las clases altas que gobernaron la Argentina hasta 1916. El estilo puede encuadrarse dentro del impuesto en el Segundo Imperio Francés, y se destacan las piezas de cerámica policromada y los abundantes ornamentos en la fachada.

Ateneo Gran Splendid

Posicionada como una de las librerías más hermosas del mundo por “The guardian”, la librería Ateneo Grand Splendid conserva una larga trayectoria histórica que se manifiesta en todas esas huellas de su pasado como teatro y cine. Los pequeños palcos originales, la cúpula pintada a mano y el telón tipo griego carmesí, provocan una atmósfera única que obliga a considerar al edificio como una visita obligada en la Ciudad de Buenos Aires. El interesante recorrido histórico del edificio data desde su inauguración en el año 1919. El diseño del teatro de principios del siglo XX, construido por los arquitectos Pizoney y Falcope, proponía con cuatro hileras de palcos y una platea, con una capacidad total de 1.050 personas sentadas, un edificio ideal para el espectáculo decorado con frescos del pintor Italiano Nazareno Orlandi y cariátides esculpidas por Troiano Troiani. La librería actual mantuvo las características del teatro y el cine. La cúpula pintada a mano, los balcones originales, la ornamentación dorada, el telón de terciopelo y la iluminación los mantienen presente. Las sillas en todo el edificio, incluyendo las de los palcos, están todavía intactas. Actualmente, los clientes pueden revisar los libros, incluso desde los palcos, antes de la compra y además pueden acceder a la cafetería en el fondo del local, justo sobre lo que fue el escenario del teatro. En el subsuelo, se accede al salón de venta de música y libros para niños. El piso más alto es dedicado a exposiciones. Actualmente, cada año recibe más de un millón de visitantes, pasan 3.000 personas por día, que la convierten en un destino favorito e infaltable de la ciudad. Una cápsula del tiempo que permite trasladar al visitante a un momento histórico determinado, y que hace de la acción de encontrar y leer un libro, una experiencia particular.

La Boca - Caminito   

El Caminito se encuentra en el popular barrio de La Boca, con unos de sus extremos frente al Riachuelo, en la Vuelta de Rocha, y distante unos 400 metros de La Bombonera, estadio del Club Atlético Boca Juniors, que junto con River Plate protagoniza el denominado Superclásico del fútbol argentino (en el cual domina el historial de enfrentamientos), un evento que según el periódico inglés The Observer está en el primer puesto entre los 50 espectáculos deportivos que hay que ver antes de morir, mientras que el también británico The Sun lo describe como la “experiencia deportiva más intensa del mundo”.

El sendero se extiende de este a oeste. Su forma sigue el curso de una antigua vía de un ramal del Ferrocarril Buenos Aires al Puerto de la Ensenada, posteriormente abandonada. En 1959 fue convertido oficialmente en una "calle museo", completamente peatonal, con el nombre de "Caminito". El lugar adquirió significado cultural debido a que inspiró la música del famoso tango "Caminito" (1926), compuesta por Juan de Dios Filiberto.

Las casas de madera y chapa que tienen su frente al Caminito, responden al estilo del tradicional conventillo boquense, un tipo de vivienda popular precaria que caracterizó al barrio desde sus orígenes a fines del siglo XIX, como centro de residencia de inmigrantes genoveses. Debido a su valor cultural, las mismas están subsidiadas por el Estado, lo que permite garantizar un mantenimiento que los escasos recursos de los moradores del barrio no podrían realizar. Se encuentran pintadas de colores brillantes, una costumbre barrial que difundió el destacado pintor boquense Benito Quinquela Martín. En las calles adyacentes, pueden recorrerse los conventillos tradicionales de la Boca, construidos de chapas de metal acanaladas, montadas muchas veces sobre pilotes o cimientos altos debido a las frecuentes inundaciones.

La arquitectura de Buenos Aires refleja su historia de una manera fascinante. Pero el ritmo vertiginoso de la ciudad y el microcentro porteño muchas veces nos llevan a olvidarnos de contemplar la extraordinaria belleza que nos rodea.

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