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Centro Cultural Borges

Jorge Luis Borges y Mercedes Sosa

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El Centro Cultural Borges

Ubicado en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, el Centro Cultural Borges, es un importante emprendimiento cultural creado por la Fundación para las Artes, entidad civil sin fines de lucro con propósitos de bien público. Inaugurado en octubre de 1995, su nombre homenajea a uno de los grandes escritores de la historia argentina. Ocupa un espacio de más de 10.000 m2 dentro de las Galerías Pacífico, edificio de fines de siglo XIX declarado Monumento Histórico Nacional en 1989.

En este edificio funcionaron El Ateneo y La Colmena Artística, agrupamientos de intelectuales y artistas, y su cercanía a la Facultad de Filosofía y Letras, lo convirtió en sitio de una profusa actividad cultural. A la vez, fue sede de las oficinas del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, durante buena parte del siglo XX. Cuando ese siglo terminaba se discutió públicamente su destino. Un grupo de artistas e intelectuales proponía crear un centro cultural, el Imaginario de América Latina, pero la opción fue por el mercado. Los antiguos usos volverían a dar forma al lugar.

Una parte del edificio sería convertido en el Centro Cultural Borges, que en 2021 pasa a integrar el Ministerio de Cultura de la Nación.
Este centro se propone ser laboratorio y acervo, imaginario y biblioteca, exposición, escenario y apuesta, para que las viejas memorias de la ciudad que lo habitan y tensionan, las antiguas y las más nuevas artes, sean inspiración y materia de las poéticas del porvenir.

Una de sus exposiciones permanentes, a modo de muestra museística, está dedicada a Jorge Luis Borges. Escritor, poeta, ensayista y traductor argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal. Sus dos libros más conocidos, Ficciones y El Aleph, publicados en los años cuarenta, son recopilaciones de cuentos conectados por temas comunes como los sueños, los laberintos, las bibliotecas, los espejos, los autores ficticios y las mitologías europeas; sus argumentos exploran ideas filosóficas relacionadas, por ejemplo, con la memoria, la eternidad, la posmodernidad y la metaficción. La obra de Borges ha contribuido ampliamente a la literatura filosófica, al género fantástico y al posestructuralismo, e influyó profundamente en el realismo mágico de la literatura latinoamericana durante el siglo XX.

Desde una perspectiva más histórica, su obra puede dividirse en períodos. Una primera etapa inicial, vanguardista, acotada entre los años 1923 y 1930. Este período está caracterizado por la importancia fundamental del poema, el verso libre y la proliferación metafórica (sobre todo la proveniente de Lugones), la apelación a un neobarroco de raigambre española (Quevedo, en primer término) y cierto nacionalismo literario, que llega a proclamar la independencia idiomática de Argentina, en textos luego repudiados por el propio autor. A este período pertenecen los poemarios Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín, así como los ensayos de Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos y Evaristo Carriego. A partir de 1930 la obra de Borges, durante unos treinta años, se inclinará a la prosa y surgirá una doble vertiente de su tarea: el ensayo breve, normalmente de lecturas literarias, y la llamada “ficción”, que no es estrictamente un cuento, aunque su trámite sea narrativo y su convención de lectura sea la ficcional.

Este ejemplar de la revista Sur (imágen 9) fue encontrado entre los anaqueles de las colecciones duplicadas de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se trata del número 112 de febrero de 1944, donde fue publicado por primera vez el relato “Tema del traidor y el héroe”. Este manuscrito de trabajo se integra a la reducida lista de documentos de Borges disponibles en archivos públicos.           

“Tema del traidor y el héroe” no es solo un cuento policial, es también un relato sobre la historia, sobre la escritura de la historia y, por tanto, sobre los archivos y los investigadores. Sobre la veracidad de los documentos, sobre la lealtad de los documentos -la de quienes los producen y la de quienes los indagan-, la lealtad de la causa, al país, a una figura histórica, a la verdad o a la literatura, que puede ser una verdad. Bajo la forma de ciclos periódicos, este relato propone una serie que progresa en cada lectura y amenaza con extender el abismo de la repetición más allá del papel. Cuenta sobre una serie de investigadores -de lectores- que, prefiriendo la causa a la verdad, se transforman en traidores a la objetividad y a la verosimilitud de la historia, pero, también, en héroes, en creadores de héroes, en perpetuadores de relatos heroicos.

Borges, también escribió guiones de cine y una considerable cantidad de crítica literaria y prólogos. Editó numerosas antologías y fue un prominente traductor de inglés, francés y alemán. Una característica de los clásicos es su capacidad de resistir las adaptaciones. Toleran variantes y cambios de soporte sin que eso impida que se reconozca su identidad. “Tema del traidor y del héroe”, como otros de sus relatos, posee más de una versión. El cine y la televisión han dado cuenta de esta historia dándole más o menos crédito al original pero preservando siempre su premisa y estructura.

La primera versión del cuento realizada para la pantalla, “La estrategia de la araña” (1970), fue dirigida por Bernardo Bertolucci (imágen 15) y es contemporánea de Jorge Luis Borges. Esta adaptación es la única que acredita estar basada en el cuento y Borges aparece como autor en los títulos de la película. Se sabe que al director le interesó menos la repetición cíclica de eventos que el viaje introspectivo del personaje, Athos Magnani hijo, empeñado en descubrir la verdad detrás de la muerte de Athos Magnani padre, héroe de la resistencia antifascista. Es un descubrimiento con implicaciones psicológicas. En el cuento de Borges, Ryan, el historiador descendiente de Fergus Kilpatrick decide ocultar la historia que le ha sido revelada con la satisfacción de quien preserva un mito. En la película de Bertolucci, la revelación del crimen del padre conlleva una derrota para el hijo.

Si bien la poesía fue uno de los fundamentos del quehacer literario de Borges, el ensayo y la narrativa fueron los géneros que le reportaron el reconocimiento universal. Dotado de una vasta cultura, elaboró una obra de gran solidez intelectual sobre el andamiaje de una prosa precisa y austera, a través de la cual manifestó un irónico distanciamiento de las cosas y su delicado lirismo.

Como afirmó Octavio Paz, Borges ofreció dádivas sacrificiales a dos deidades normalmente contrapuestas: la sencillez y lo extraordinario. En muchos textos Borges logró un maravilloso equilibrio entre ambas: lo natural que nos resulta raro y lo extraño que nos es familiar. Tal proeza determinó el lugar excepcional de Borges en la literatura. En ese mismo sentido, Fritz Rudolf Fries sostuvo que Borges consiguió formar su propia identidad en el espejo de los autores que él interrogaba, mostrándonos lo insólito de lo ya conocido.

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El Centro Cultural Borges también rinde homenaje de forma permanente en sus salas a la gran artista tucumana Mercedes Sosa con una exposición que se presenta como un acercamiento, un intento de contar desde diferentes vértices la diversidad y el compromiso de una artista popular que llevó la música argentina por el mundo.

Mercedes Sosa. La voz de la tierra 

Tucumana, argentina, latinoamericana y universal. Desde temprano se supo dueña de un don y esa conciencia fue siempre más responsabilidad que goce. La madrugada la encontraba concentrada, buscando hasta hallar en las palabras justas de los poetas, las músicas más bellas, materiales para moldear su obra: un repertorio único, rotundo y sincero, una sucesión de aguafuertes que describen o anticipan los movimientos de la historia, de su patria y muchas veces del mundo. La vida de Mercedes Sosa es vastísima, tajante en sus creencias y sus tensiones, en los miles de formas de su existencia, en la sucesión infinita de paisajes que habitó y pudo contar. Cantora, compañera, madre, política, rebelde y luchadora. Una mujer y un repertorio. Un pueblo, una historia, una tierra y su voz.

Nacida en el interior del interior, abrazó las banderas del Nuevo Cancionero y así desanduvo distancias, prejuicios y fronteras. En la fuerza de su canto encontraron su voz los miedos y las esperanzas de los oprimidos de nuestro continente y del mundo.

A mediados de la década de los 60, una nueva generación nacía al calor de los héroes de celuloide y del napalm que los Estados Unidos arrojaban sobre campesinos en Vietnam. Al sur del sur Mercedes Sosa comprometía su búsqueda a las banderas del Nuevo Cancionero, afirmada en los principios que Víctor Jara escribiera en su poema: “Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz / canto porque la guitarra / tiene sentido y razón”.

Llegaría hasta la última luna del Festival de Cosquín de 1965 de la mano del rebelde Jorge Cafrune, quien asumiría el riesgo de presentar a una desconocida que ya contaba con el rechazo conservador a su figura disruptiva y a sus ideas políticas. Sola con su caja, en el escenario principal, ese día Mercedes transformaría todo para siempre.

“Nosotros, los cantores, tenemos la obligación de mostrar las obras de los nuevos autores y compositores”

En París se desataba el Mayo Francés, que desafiaba con su proclama “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. El mundo y el arte tomaban diferentes caminos: el pop, la psicodelia y el amor libre por un lado; y por el otro, los movimientos artísticos que hacían eje en la conciencia por los olvidados de la tierra, por aquellos privados de todo derecho.                                

Mercedes Sosa desafiaba la oscuridad creciente con su canto. Cada día más comprometida con el momento histórico, alzaba su voz con un repertorio integrado por obras de poetas como Pablo Neruda, Víctor Jara, Alfredo Zitarrosa, César Vallejo o Armando Tejada Gómez.

“Mi misión es cantar con calidad eligiendo la mejor música y la mejor poesía; siempre fui muy libre y he dicho lo que pensaba sin consultar a nadie”

En el año 1975 es amenazada por la Alianza Anticomunista Argentina, la tristemente célebre Triple A. A cada instante, el cerco se cerraba más sobre aquellos que buscaban ejercer su libertad y creían en un país más justo y soberano. Los medios, los teatros y las discográficas llenaban listas negras con las que diariamente se decidía quiénes sí y quiénes no podían presentarse. El 24 de marzo de 1976 la Junta Militar asaltaba el poder y daba inicio a los años más sangrientos y dolorosos de la historia argentina. Las Fuerzas Armadas, con el apoyo de corporaciones civiles sometieron al país a la dictadura más cruel de nuestra historia, sembrándolo de centros de torturas y desapariciones, condenando al exilio o al ostracismo a cientos de artistas buscando eliminar toda disidencia, todo gesto de libertad, cualquier manifestación de diversidad.

Mercedes, perseguida, sin encontrar radios ni canales desde donde difundir su música, cuida de su marido y mánager Pozzo Mazzitelli, y después de ser detenida junto a su público en el Almacén San José de La Plata, se exiliaba a Francia. Al mes de su llegada, a instancias de Paco de Lucía, se instalaba en Madrid, donde viviría hasta su regreso definitivo a Argentina.

Los años de dictadura destruyeron el país. Las noticias que llegaban a sus oídos traídas por exiliados que la buscaban en sus conciertos y por la prensa internacional, aumentaban su dolor y su melancolía. El exilio la estaba dejando sin fuerzas. Un llamado y la posibilidad de un concierto en Buenos Aires la convencieron de que la hora de volver a su tierra había llegado. Sin garantías sobre su seguridad, Mercedes tomaría el escenario para cantar las voces silenciadas por los militares, que aun seguían en el poder ejerciendo la censura y el terror. Los conciertos del Ópera marcaron un punto de quiebre en la mordaza: la comunión entre público y artista, la voz recuperada, produjeron un momento épico, un paso seguro y colectivo de conquista de derechos cuando aun reinaba el miedo. Se preanunciaba la libertad y su canto abría camino en un decir que era el de tantos.

“Sigo creyendo que las revoluciones se hacen en la conciencia de mucha gente y no con las armas de unos pocos”

Fueron trece conciertos entre el 18 y el 28 de febrero de 1982. El registro discográfico de un momento bisagra que anticipaba el retorno de la democracia se editó en un vinilo doble, que fue durante muchos años el disco más vendido de la música popular y uno de los primeros registros de conciertos en vivo publicados. “Gracias Argentina, hasta la vuelta”, decía Mercedes al final del disco luego de cantar “Canción con todos”, de Tejada Gómez e Isella, como un conjuro, como una moneda arrojada a la fuente soñando poder volver.

Durante los años 90, Mercedes Sosa conquistó de manera definitiva los grandes teatros líricos del mundo. Con su canto no llegaba solo una voz, también el arte y la historia entera de un pueblo y sus luchas. Frente a tiempos de frivolidad e individualismo, en sus giras invitaría a los artistas más diversos a compartir el escenario; la tradición cobraba vida en la suma de autores jóvenes que expresaban un tiempo nuevo. El diálogo intergeneracional con sus compañeros materializaba la idea de una patria común contada al mundo con el ímpetu del arte. Serían años de reconocimiento nacional e internacional, de transitar los caminos con la certeza de una misión.

“Me gustan los seres que aman la música y la literatura. Son personas con las que me siento entre hermanos, aunque no hablemos el mismo idioma”

Sus escenarios y discos se poblaron de nuevos poetas y compositores. La urgencia por señalar un camino, por visibilizar nuevos talentos, por reforzar la tradición rupturista en la música popular era cada día más evidente. En la misma dirección, la cantante consagrada en el mundo elegía volver al interior, conectarse una vez más con su paisaje íntimo, con sus costumbres; volver a vivir el perfume de la memoria primera. Recorría kilómetros en su auto desandando rutas y poblados para mirar de frente a los ojos, para pulsar la provincianía. Se mimetizaba con el paisaje y su pueblo, volvía a su raíz profunda entendiendo hondamente la patria de comunión fraterna. Recreaba en cada encuentro la íntima y sencilla ceremonia del cariño inocente y despreocupado de su gente y bebía de sus esperanzas y sueños.

“Mi gloria es estar con amigos”

Sobre sus últimos meses de vida editaría Cantora, un viaje íntimo, desnudo de prejuicios. Trazando un mapa artístico intergeneracional, se revelaría como un disco definitivo, un legado, una hoja de ruta para las voces futuras y las luchas eternas.

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