El Barrio Inglés
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Edificios que llegan a los quince pisos, comercios, oficinas, mercados, sonidos de bocinas con intervalos menores al minuto que contribuyen como banda sonora a este concierto de la vorágine e impaciencia. Autobuses que se agolpan y mezclan en el tráfico con automóviles y motocicletas; en conjunto, se entorpecen aún más cuando llegan a la plazoleta llamada ‘Primera Junta’, que bifurca y angosta la Avenida Rivadavia por dos cuadras. La plazoleta se sitúa en el medio de esta calle, conocida por ser la de mayor longitud en la Ciudad de Buenos Aires. Su ubicación no corresponde a un mero capricho estético; allí se encuentra una de las salidas del subterráneo, cuya estación lleva el mismo nombre y pertenece a la línea A.
Aquí, el flujo de transeúntes es constante; se acumulan frente al paso cebra, esperando el guiño del semáforo, que los limita a mirar el celular o a estar atentos a las nuevas indicaciones por unos breves minutos. Algunos se dirigen a las diversas tiendas y mercados que se distribuyen a muy poca distancia entre sí; otros comparten su espera con los que deben tomar el tren en la estación Caballito, que también le da el nombre a este barrio céntrico de la capital federal.
Sin embargo, dentro del mismo barrio, con solo caminar ocho minutos según las indicaciones de Google Maps, nos topamos con seis manzanas ubicadas entre las calles Pedro Goyena, Valle, Emilio Mitre y Del Barco Centenera. Allí nos alejamos del tumulto, cambia rotundamente la atmósfera y arquitectura de la zona. Estas características se nuclean en una paz y tranquilidad que comienza a transmitirse si bien se pisa la acera del denominado Barrio Inglés.
Casi un centenar de construcciones, noventa y ocho para ser preciso, entre casas y mansiones amplias con patio delantero y sin cochera, calles angostas con autos de primera gama estacionados, carteles que emiten la leyenda de “zona custodiada”, dos garitas de seguridad con policías que reciben un pago extra de los vecinos por un servicio de custodia permanente; son algunas de las aristas que encontramos en esta zona de construcciones que brindan una sensación de homogeneidad en el contraste que reflejan con las calles linderas. Los límites de este vecindario dan cuenta de dicho contraste y de la convivencia entre la tradición y la modernidad en un mismo barrio. Podemos ver cómo esta centenaria comunidad recibe la sombra de los edificios ultramodernos que se ubican en la vereda de enfrente.
En estas casas, que se sitúan tras las rejas que actúan como vitrina y las separan de la calle, predomina una estética del estilo Tudor; influencia que se vislumbra en las puertas y ventanas, altas y estrechas, en los entramados de madera que se encuentran en muchas de sus fachadas, los cuales se combinan con los tejados en punta y sus colores armoniosos para referir inmediatamente a cualquier barrio londinense. A pesar de ello, estos caserones opulentos no se nutren solo de la influencia Tudor; también tienen detalles arquitectónicos oriundos de Francia e Italia, aportes que son producto de la inmigración europea. Por esto mismo, la arquitectura que se observa suele ser categorizada como ecléctica.
Edificaciones que rondan los cien años y que podrían ser parte de cualquier postal, conviven con bicicletas, pelotas en sus patios delanteros y banderines que cuelgan de algunas ventanas con los colores de River, Boca y el celeste y blanco con las tres estrellas que remiten a los mundiales ganados por la selección de fútbol, objetos que denotan parte de la idiosincrasia del país en esta zona tranquila, pulcra y exótica.
El Barrio Inglés permanece impoluto hasta en épocas otoñales o bajo las tormentas de verano. Los árboles son los únicos que superan en altura a las casas, junto a los arbustos y enredaderas son los encargados de esparcir miles de hojas, aportando así variaciones a su belleza. Sus calles solo se ensucian con algunos sonidos provenientes de los límites que lo rodean.
Este proyecto de viviendas fue gestionado en el año 1923 por el Banco del Hogar Argentino. Esta entidad bancaria se encargaba de brindar facilidades a la clase obrera a través de préstamos para que pudieran obtener su casa. En el corazón del barrio, en la calle Ferrari, existe una placa con la siguiente inscripción:"Antonino Ferrari, Presidente del Banco Hogar Argentino, ordenanza municipal 1923".
El nombre “Barrio Inglés” fue acuñado en la década de 1960 con fines publicitarios, buscando elevar el valor de mercado de las propiedades. Hoy en día, estas están valoradas entre setecientos mil y un millón de dólares. Ubicado cerca del antiguo tranvía, del taller ferroviario ‘Polvorín’ y de la estación de subterráneo y tren, el barrio fue construido exclusivamente para los ingenieros que trabajaron en el primer tramo del ferrocarril. Un caso similar ocurrió en el Barrio Inglés de Barracas, situado en el extremo sur de la ciudad, que es un complejo habitacional con reminiscencias más cercanas a Liverpool y que actualmente se encuentra en decadencia.
Declarado Patrimonio Histórico de la Ciudad por la legislatura porteña, se prohíbe la construcción de nuevos edificios en la zona o realizar remodelaciones significativas en las fachadas, lo que contribuye a la preservación de su estética distintiva. Es habitual encontrar personas con cámaras fotográficas profesionales y turistas paseando por sus veredas. También es común ver taxistas que, casi por casualidad, encuentran un espacio libre donde descansar y esperar pasajeros indicados por la operadora de taxis durante su jornada laboral.
Con el paso del tiempo, el Barrio Inglés se convirtió en un polo gastronómico importante, sobre todo por la gran cantidad y calidad de locales que ofrecen. Nos encontramos con un mosaico de sabores y experiencias que reflejan la diversidad cultural de la ciudad.
Fogosa Parrilla en Valle 1093, brinda una experiencia culinaria argentina. “El asado” es la atracción principal. Este distinguido establecimiento ofrece empanadas ideales para comer como entrada y para aquellos que prefieren opciones sin carne, una selección de pastas.
En La Panera Rosa, ubicada en la esquina de Av. Del Barco Centenera y Valle, encontrarás un ambiente acogedor llevado a cabo en un caserón antiguo que además ofrece mesas en su patio delantero y veredas, perfecto para disfrutar al aire libre de una amplia selección de tortas.
Le Blé, con su dirección en Calle Valle 1101, es el mejor lugar para los que buscan pastelería de alta calidad para acompañar con un café o té, que también ofrece la opción de consumir en la vereda.
Nucha, situado en Calle Cachimayo 395, reconocido por su repostería tradicional y vanguardista, optó por montar una sucursal en una de las esquinas del vecindario.
Salve Cocina, en Emilio Mitre 301, se distingue por su cocina española moderna con un toque porteño, ofreciendo platos como la milanesa de bife de chorizo rebozada en panko, revuelto gramajo. Y por el lado español, croquetas de jamón crudo, salsa de gazpacho, pesca gallega, entre otros.
Las viviendas, hoy se alzan como evidencia de un legado del ingeniero Pedro Vinent, quien no sólo diseñó este rincón de la ciudad, sino que también nos regaló el Pasaje General Paz, otro tesoro porteño y Patrimonio Histórico de la Ciudad. Los arquitectos Eduardo Lanús y Coni Molina plasmaron su visión en cada ladrillo, creando un estilo que perdura en este proyecto. A esto hay que sumarle las intervenciones en algunas viviendas de los arquitectos Clerici y Duncan que también dejaron su huella.
A pocos pasos de la Avenida Juan Bautista Alberdi, las fachadas meticulosamente conservadas cuentan una historia de artesanía y dedicación, llevada a cabo por obra de “Parodi y Figuini”. Esta constructora proveyó de los obreros que, con sus manos y su ingenio, marcaron el barrio con una identidad que resuena en cada esquina.
Muy cerca del Barrio Inglés, se encuentran diversos atractivos turísticos. El tranvía histórico, ubicado a cuatro cuadras de distancia, opera los domingos por la mañana de forma gratuita y, durante el verano, también los sábados, domingos y feriados.
El Mercado del Progreso, fundado en 1889, está a solo seis cuadras. Este complejo alberga una variedad de comercios, incluyendo bares, pizzerías, vinotecas, carnicerías, panaderías, pescaderías, tiendas de ropa y ferreterías, con diecisiete locales a la calle y ciento setenta y cuatro puestos interiores.
El Parque Rivadavia, un pulmón verde de la ciudad situado a catorce cuadras del Barrio Inglés, ofrece un espacio tranquilo y agradable para descansar, leer o reunirse con amigos. Además, cuenta con una feria de cómics, libros y discos que atrae a miles de visitantes diariamente.
El Barrio Inglés no solo es un testimonio de la historia arquitectónica de Buenos Aires, sino también un reflejo de la vida contemporánea de sus habitantes. Las calles adoquinadas y las farolas antiguas se mezclan con la vitalidad de los jóvenes que viven y transitan en sus calles. Es un lugar donde el pasado y el presente se encuentran, creando un espacio único en la ciudad.