Barrio de Abasto
En sus calles pobladas de inmigrantes se mezclaban los dialectos y las lenguas y allí se escuchó cantar por primera vez a CARLOS GARDEL, el Morocho del Abasto.
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En 1885, en el llamado “Hueco de Devoto”, donde por años estuvo una famosa cancha de “pallone” (juego italiano con pelota de cuero, a mano limpia), se instalaron los puesteros del demolido “Mercado Modelo de Plaza Lorea”, pequeños quinteros, casi todos ellos italianos, productores de frutas y hortalizas que las traían desde las lejanas quintas de La Boca, Olivos, Flores, Floresta y Belgrano, cargadas en carros tirados por bueyes.
Pronto esta presencia y la intensa actividad comercial que desarrollaban dieron un gran impulso al Barrio Balvanera y comenzaron a surgir casas de familia, fondas, garitos, comités, teatros y distintos prostíbulos. La vida en esa zona sufrió un gran vuelco, volviéndose colorida y ruidosa, dando origen a una cultura original. Más tarde, ya en 1889, uno de esos puesteros, un italiano emprendedor llamado ROLLEN, intuyendo el gran futuro que les esperaba si todos ellos se unían, creó una sociedad que, con el nombre de “Mercado de Abasto Proveedor”, comenzó a operar el 8 de enero de ese mismo año, desde un modesto edificio, que más tarde daría origen al “Mercado de Abasto de la Ciudad de Buenos Aires”.
En 1930, la ciudad de Buenos Aires tenía ya 600.000 habitantes y crecía a ritmo vertiginoso, por lo que las instalaciones creadas por iniciativa de ROLLEN ya no eran suficientes.
El Concejo Deliberante de Buenos Aires, entonces, aprobó una ordenanza para instalar un “Mercado Central de Abasto” para concentrar allí y organizar la comercialización mayorista de frutas, verduras y hortalizas. Se destinó para ello un predio de 25.000 m2 que ocupaba unos 100 metros sobre la calle Corrientes, entre Anchorena y Laprida, y de inmediato se iniciaron las obras según planos que fueron aprobados al Estudio de los Arquitectos ELPINI, SULSIO y BESQUE.
La obra se finalizó en 1934. Era única en su tipo en Sudamérica. El monumental edificio tenía una superficie cubierta de 44.000 metros cuadrados, cuatro plantas y dos subsuelos; acceso al ferrocarril, dos escaleras mecánicas, playas subterráneas de estacionamiento y 540 puestos provistos de teléfono y fuerza motriz, además de una cámara frigorífica para uso colectivo, con instalación ozonizadora.
El mercado de Abasto, corazón del barrio, comenzó a latir otra vez. Se busca inventar un Abasto nuevo, que borre las huellas de sus antiguos moradores: los inquilinos de hoteles y conventillos y, en los últimos años, los ocupantes de casas tomadas. Los responsables de este emprendimiento comercial no dudaron en demoler centenarias casas, previo arreglo silencioso con sus ocupantes ilegales, cuya expulsión pasó casi desapercibida en las calles del barrio. Funcionó en ese lugar durante 50 años, pero la ciudad siguió creciendo y el Abasto quedó dentro del radio central, creando más problemas que soluciones, por lo que, en 1984, la Municipalidad procedió a su clausura definitiva y hoy vemos en esa imponente construcción la sede de un moderno shopping. En un “gesto de preservación”, se mantuvo la histórica fachada al mismo tiempo en que se modernizaba completamente el edificio por dentro.
Durante los 14 años que el Mercado de Abasto permaneció cerrado, desde 1984 hasta 1998, se acentuó el contraste entre los grupos sociales que allí convivían: residencias de clase media, edificios de departamentos y casas dúplex, entre otros, contiguos a los conventillos de sectores populares.
Por otra parte, el barrio estuvo íntimamente enlazado con los orígenes del tango, e incluso actualmente la reactivación de este patrimonio urbano es imposible de ser pensada fuera de la constante exaltación de la figura mítica de Gardel. Y en un sentido amplio, recuperando aquellos hitos que exaltan el carácter o el supuesto “espíritu bohemio” del espacio barrial.
El legendario barrio, cuna del tango y principal testigo de la historia porteña, conforma uno de los sitios elegidos por turistas para respirar y conocer algo de tango. Allí se puede visitar el Pasaje Carlos Gardel y el clásico rincón tanguero, donde se eleva su monumento, creado en el año 2000 por el artista Mariano Pagés en memoria de la figura de no sólo el más grande cantor de tangos reconocido a nivel mundial, sino, además, de un verdadero ícono de la cultura porteña. Junto a la estatua se levantaba el bar Chanta Cuatro, uno de los más típicos del barrio, fundado en 1893. Lugar en el que Gardel y sus amigos se reunían para comer, cantar y trasnochar. Actualmente convertido en tanguería y restaurante.
El mismo entorno ofrece una serie de restaurantes temáticos con una interesante gastronomía y unas cuantas muestras murales reivindicativas de la figura del cantante, verdadero emblema nacional, así como otras de diversos estilos.
En el Pasaje Zelaya, las paredes están adornadas con retratos y letras y partituras de algunos de sus tangos, como “Golondrinas” y “Melodía de arrabal”. Son imágenes con el rostro de Gardel creadas entre 2000 y 2005 por Marino Santa María; la intervención “Tango Abasto”, “una estampita en el corazón de los vecinos”. La idea: homenajearlo y ayudar a apuntalar al barrio. A mejorar las casas, los negocios.
El Paseo del Fileteado, en la calle Jean Jaurés, rinde homenaje a esa técnica o forma decorativa de la pintura que se desarrolló en Buenos Aires al mismo tiempo que el primer tango: a fines del XIX. En parte derivado de distintos estilos europeos (de Francia, Alemania y principalmente de Italia), el fileteado se usó primero para decorar los carros tirados a caballo y más adelante los colectivos. Posteriormente, ha dado forma a gran cantidad de aplicaciones y ornamentaciones urbanas.
Entre los personajes que ilustran la historia del barrio, merece mención especial Luca George Prodan (1953-1987). Fue un cantante, compositor y músico italo escocés que a comienzos de los años 1980 se radicó en Argentina, donde fundó Sumo, una de las bandas más influyentes del rock argentino. En una de las últimas canciones registradas por Sumo, “Mañana en el Abasto”, Luca canta del barrio después de 1984 sobre“bares tristes y vacíos” y “tomates podridos por las calles”.
No muy lejos se halla El Banderín, un café-bar tradicional que data de principios del siglo XX y es reconocido por su colección de más de quinientas banderas de clubes de fútbol (de ahí su nombre). La colección comenzó como un genuino homenaje al amado club de fútbol River Plate de su dueño, don Mario, pero a lo largo de los años se expandió para incluir equipos de todo el mundo.
Museo Casa Carlos Gardel
Está localizado en el corazón del Abasto. La intensa actividad del mercado también tuvo impacto en la formación de la cultura porteña; fue motivo de atracción para muchos vecinos que se enamoraron de ese barrio, como sucedió con Carlos Gardel.
Gardel adquirió la propiedad en la que está ubicado el Museo Carlos Gardel, el 9 de junio de 1926 para su madre, Berta Gardés. Es una típica “casa chorizo” que se transformó en su “centro de reuniones” durante sus estadías porteñas, cuando Gardel ya era una estrella internacional. El Museo abrió sus puertas con una renovada propuesta curatorial y un diseño museográfico actualizado que ponen en valor la entrañable figura de aquel que, amando a su barrio, se hizo amar por el mundo: “el Morocho del Abasto”.
Fue inaugurado el 4 de marzo de 2003 para rescatar, preservar, investigar y difundir el patrimonio vinculado con Gardel, su época y las industrias culturales en las que participó. Las salas del museo invitan a acercarse a la vida de Gardel, pasando por sus primeros pasos, su discografía, filmografía y su último viaje, en el que perdió la vida en un accidente de avión en medio de una exitosa gira por Latinoamérica.
En sus instalaciones también se recuerda a Aníbal Troilo, gran bandoneonista nacido en 1914. Músico precoz, debutó tocando a los 12 años en un cine de barrio, a una cuadra de esta casa. Troilo fue uno de los tangueros más influyentes, tanto por su forma de tocar el bandoneón como por sus composiciones. Escribió la música de más de 60 tangos; la mayoría hoy son clásicos.
Si bien Gardel había nacido en el extranjero (aún hoy se discute si fue en 1890 en Toulouse, Francia, o en 1887 en Tacuarembó, Uruguay), llegó siendo niño a la Argentina y se crio en este barrio. Durante su muy extensa carrera como cantor de tangos, grabó discos y filmó películas en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos.